miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mañanas por las montañas de Dharamsala

Siguiente parada, Dharamsala. Bonito nombre para un lugar, suena como a campanillas.
Llegar nos llevó la friolera de 17 horas en bus, por caminos en los que cualquier cabra se hubiese negado a pasar, sin un buen amortiguador. Aquí, el flamante vehículo.
Cuando comparo cualquiera de estos cacharros con los transportes en España, la palabra cochambroso es lo más suave que se me ocurre para describirlo, pero aunque parezca mentira, acabas acostumbrándote y deja de parecerte terrible. Supongo que ves como para todo el mundo que te rodea es lo habitual y empatizas. Me gusta que lo que al principio es chocante y extraño se vaya convirtiendo en normal. Te sientes más cerca de un mundo que te es ajeno, pero que también es el tuyo.
La parte alta de Dharamsala, es McLeod Ganj, un pueblito entre montañas donde el Dalai Lama tiene su residencia en el exilio.
Las calles están salpicadas por las túnicas rojas de los monjes y la población india se mezcla con la tibetana.
La idea inicial que tenía era continuar el viaje más hacia el norte, hacia Cachemira (Leh y Srinagar), pero el fresquete que paso por las noches, me ha hecho cambiar de opinión. Dejaré esa zona para alguna otra ocasión y en un momento del año con temperaturas mas altas. He pasado aquí los últimos cinco días y me ha costado irme. Pasear por la montaña, por el mercado tibetano, por las cuatro calles de este sitio, ha ocupado mi tiempo.
Las mañanas las he dedicado a dar largas caminatas por el monte y descubrir los pueblos de los alrededores.
Bhagsu, un pueblo mas pequeño con un pequeño templo de Siva y un manantial. Atravesándolo, llegas a una pequeña cascada.
Dharankot, otro pueblo cercano, lindo también, en el que me dispuse a subir la montaña todo lo alto que mis fuerzas y la medio gripe que tengo me dejaron. Esto será lo mas alto que estaré en la India (2000 y pico metros). Y esa escalada fue por Marcos y por todos los Aparicio-Picó y amigos. Chicos, ya podéis contar que subisteis por una montaña en el norte de la India, os aseguro que estuvisteis conmigo todos. Subí y subí hasta que encontré el sitio más bonito que había visto en todo el camino. Una pequeña cascada caía entre dos enormes rocas y el verde de las plantas alrededor, tenía un color distinto.
Fue genial mirar hacia arriba y ver que las montañas nevadas del Himalaya están tan cerca, que parece que alargando la mano vas a poder tocarlas.
Fue genial mirar hacia arriba y ver el cielo azul y recordar a Marcos.
Llevo conmigo la foto que nos dio Ana y quise hacer esta foto para compartir con vosotros este momento.
Otra mañana, me dirigí unos kilómetros más abajo del pueblo a una iglesia católica del 1862, St. John in the Wilderness.
Es curioso ver este tipo de edificios en este país y en este lugar. De allí fui hacia un lago, que a pesar de ser un sitio sagrado me pareció mas un barrizal. Lo que sin duda mereció la pena, fue el camino y el bosque de cedros que lo rodeaba.
Caminar por el campo, en la India o en Cerdedilla, me hace sentir realmente bien, me propuse hacerlo más, con Alex, con mi familia, con los Aparicio-Picó…. y siempre, siempre con Marcos.

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