lunes, 10 de septiembre de 2012

De Delhi hacia el Sur, recordando el camino andado


Dejé Delhi a las 7.30 de la mañana, jamás pensé que dejar atrás esta ciudad iba a ser duro. En mis viajes, Delhi siempre ha sido un lugar de paso en el que he intentado pasar el menos tiempo posible. Ruido, contaminación, coches, rickshaws y gente por todos lados. Pero cuando pasas unos días y vives la ciudad descubres la danza que se oculta en  ese caos organizado.

Ahora estoy en un tren camino a Goa, llevo 27 horas subida en este enorme gusano metálico y aún me quedan otras siete horas más. 
Mi idea era ir a Bangkok desde Delhi y hacer algunas compras más antes de volver. Una vez más he cambiado mis planes sobre la marcha. He ido dejando a mi intuición que marcase el viaje y los planes iniciales se han quedado en eso, algo inicial que ha ido cambiando.

He estado recordando las últimas semanas del viaje y haciendo listas mentales de todos los momentos vividos, no he podido evitar sonreír y estar enormemente agradecida a la vida por todos esos recuerdos que ya son parte de mi vida, que se han pegado a las células de mi cuerpo, a mi sangre y que se pasean por mi cerebro y mi corazón.

Cada lugar me ha regalado algo, instantes maravillosos, otras veces difíciles y duros. Conversaciones, miradas, saludos… segundos que han sido eternos y días que han sido segundos, y es que el tiempo corre distinto aquí y juega caprichoso con el reloj, engañando a la idea que sobre él tenemos en nuestro cerebro. La subjetividad del tiempo tiene más sentido aquí que en ningún sitio.

Aterricé en Delhi hace 54 días, subí a Jammu después a Srinagar, de allí a Leh, continué en Manali y volví a Delhi. En esta frase circular se resumen mil experiencias, personas, colores, viajes, risas, lágrimas, paisajes… la piel se me eriza cuando todas esas imágenes se mezclan en mi cabeza, se agolpan y desordenan en un caos organizado… como el ritmo de Delhi.


No he escrito ningún post sobre Leh, Nagar, Thiksey, Manali… pero he colgado algunas fotos en facebook.


Manali es espectacular. La tranquilidad y belleza de Old Manali contrastan con la ruidosa y desordenada New Manali y ambas están unidas por un hermoso parque natural que se recorre en quince minutos y que ha sido uno de los mejores paseos del viaje.


 En mi lista de momentos viene a mi mente mi preciosa habitación y sus vistas, el Lazy dog, el People y sus dibujos, los paseos bajo la lluvia, la tarta de chocolate de la German Bakery…


Contraté un magnifico autobús para ir desde Manali a Delhi, limpio, confortable y con un asiento en primera fila. El primer transporte cómodo que tuve desde el comienzo de mis andanzas. La alegría duro sólo unas 6 horas, a mitad de camino el flamante bus decidió parar y tuve que esperar en la carretera a que nos recogiera un autobús local.

10 horas más hasta Delhi viajando en esta cafetera vieja, aún así tuve suerte y pude sentarme junto a una ventana.

Los últimos días en Delhi han sido sencillamente maravillosos.
Swati y Deepesh me invitaron a cenar a su casa, la experiencia de estar en una casa india es única. Pude charlar de mil cosas con ellos y disfrutar de su hospitalidad.


He estado comprando mil cosas en mercados y pequeñas tiendas. El ritual de la compra aquí no tiene nada que ver con el nuestro, especialmente cuando compras en mayores cantidades; observar al vendedor y sus primeras frases, tratar de adivinar su personalidad y la mejor manera de iniciar la negociación, conversar sobre viajes, familia y nuestros países, sentarse, tomar un chai y empezar el regateo. Esto es todo un arte, tienes que bailar con las cifras y conseguir llegar a un punto de acuerdo, en el que ambas partes estén cómodas. He pasado muchas horas en tiendas y he aprendido mucho en estos espacios pequeños con desconocidos que se convertían en socios y con muchos, muchos chais.

He mantenido la filosofía de mi proyecto en cada compra; hacerlo en negocios familiares o tiendas pequeñas, eligiendo cada pieza una a una y seleccionando aquello que realmente me gustaba. Si quiero que cada artículo tenga corazón, tiene que tenerlo desde el primer momento que llega a mis manos hasta que llegue a las de las personas que los compren.

Mi habitación de hotel en Delhi, se fue llenando de bolsas y más bolsas hasta que llamé a la empresa que he contratado aquí para que me haga el envío y los trámites de aduanas. Todo esto para mi es nuevo y es una aventura…

El día siguiente al que recogieron los paquetes, fui a la oficina donde estaban para casar facturas con artículos. Interesante ver otra parte de Delhi, la zona de negocios, donde se mezclan modernos edificios y ejecutivos con maletín, con vacas y puestos callejeros de samosas y chais. Encontrar el edificio fue un poco pesadilla, pero lo conseguí. Paquetes empaquetados y listos para ir al aeropuerto.

De eso tampoco me libre, al siguiente día tuve que ir al aeropuerto para hacer el papeleo de aduanas. Seis infernales horas yendo de un sitio a otro, pasando un sofocante calor en la calle y pelándome de frío en el interior de los edificios. Estuve algunas horas esperando en una sala, rodeada de indios con maletines y montones de papeles. No sólo era la única mujer allí, también la única persona extranjera, si hubiera sido verde con seis brazos y cuatro ojos hubiera sido igual de extraña en aquel ambiente, me tuve que acostumbrar a ser el centro de las miradas. 
Vi las naves del aeropuerto donde se amontonan cajas con destino a mil países distintos, vi el estricto proceso de control de la mercancía, los montones de representantes de compañías moviéndose de un lugar a otro con papeles, los camiones cargando y descargando y vi mis cajas, pequeñas, en medio de aquel gigante y esperando asustadas a que alguien les diera permiso para embarcar. ¡¡Seis infernales horas y por fin los trámites hechos!!

Pero no todo han sido compras y trámites, Delhi me ha regalado miles de instantes maravillosos, sonrisas, cervezas en los restaurantes de las azoteas, deliciosas pomegranates, conversaciones, risas, dulces indios, namastés y aquí he descubierto que soy un cacahuete J

See you soon.






















lunes, 27 de agosto de 2012

Meditación, fan absoluta del Camino Medio


Tres días sin hablar, evitando el contacto físico con el resto de las personas, cuidando cada movimiento, siendo consciente de cada respiración y cada parte de mi cuerpo y pasando horas sentada meditando.
Así se puede resumir el tiempo que pasé en Mahabodhi International Meditacion Center, un retiro de meditación rodeado de montañas rocosas, dunas de arena, flores y banderas de oraciones.


Tuve la increíble suerte de tener como guía estos días a un monje de origen americano, un personaje realmente interesante con una de esas vidas de las que se podría hacer una serie con muchos, muchos capítulos. Excombatiente en Vietnam, hippy en los 70, viajero en busca de sustancias que le hicieran volar a otras realidades y finalmente monje. Tras una visita a Nepal y una estancia en un monasterio empezó a interesarse por el Budismo y a estudiar esa religión, tras varios viajes por Asia, volvió a USA, a Virginia donde fundó un monasterio y paso mas de 20 años.
La profundidad de la mirada de este hombre puede paralizarte. Es increíble lo que puede esconderse tras unos ojos y los de este señor decían muchas cosas. Su manera de moverse, con una consciencia infinita de cada paso, cada respiración era mas que sorprendente. Verle beber agua era contemplar una danza de movimientos.


Fue una experiencia intensa, encontrarse con uno mismo, escucharse, sentirse. Parece mentira que perdamos  la conexión con nosotros mismos en nuestra vida cotidiana, no es fácil, pero sin duda merece la pena. Cuando meditas, tranquilizas el sistema nervioso y conectas con el presente, observas como las sensaciones van y vienen y entiendes un poquito el concepto de impermanencia, tremendo concepto.

El mensaje de Buda, el Dhamma es hermoso. Pero el Budismo es una creación humana y como todas las religiones tiene esa parte con la que no consigo conectar. Las reglas, a veces sin sentido, los dogmas de fé... Es un tema complejo para escribir en un post, pero muy interesante para pensar sobre él.
De cualquier manera, soy fan absoluta del "camino medio"


Aquí unas fotos que cuentan un poco mas de como fueron esos días.

El recinto

La cueva de meditación


Yoga al amanecer



Hermosas vistas

Un amigo

El comedor

Las flores en un lugar tan rocoso, todavía son mas bonitas




Mi habitación

Om mani padme hum, el mantra más famoso del budismo



El blog del monje americano y unas recomendaciones de lecturas que nos dejó. Me encantó ver a Eckart Tolle entre ellas.


El grupo de gente estupenda con la que compartí esos días



Om mani padme hum

domingo, 19 de agosto de 2012

El Dalai Lama es una estrella de rock (en Leh, Ladak)

Pues sí, igual que una estrella de rock convoca a masas que siguen atentos cada uno de sus movimientos en el escenario, ofrece su espectáculo con pinganillo y orguesta y tiene miles de seguidores que compran camisetas con sus frases y pins con su cara.

Un ejercito de fans tibetanos y occidentales acuden a sus convocatorias, atraídos por un personaje inteligente, carismático y con un extraordinario sentido del humor.

Soy afortunada por haber podido ver y escuchar a una figura de la importancia histórica e internacional de este hombre, pero para mi es eso, un hombre, sin duda excepcional pero humano.
El Dalai Lama es el líder espiritual del budismo tibetano y dirigente del gobierno tibetano en el exilio, aunque como tipo listo que es, el año pasado renunció a sus cargos políticos y quedó sólo como líder religioso, en este credo, se piensa que es la reencarnación de  Buddha Avalokiteśvara  y creen que tras su muerte, en 49 días volverá a reencarnarse en un niño, los hombres y las religiones son a veces como pelis de Disney.

Cuando estuve en Dharamsala, quedé impresionada por el sufrimiento del pueblo tibetano y las duras condiciones de vida a las que el gobierno chino tiene sometida a parte de la población, esto es sin duda terrible, pero es la información que llega desde una parte del conflicto, la tibetana en el exhilio.

Sin justificar en absoluto la invasión de China, que me parece aberrante, lo que no se comenta tanto es que previa a ella, el Dalai Lama era jefe supremo de una monarquía feudad teocrática absolutista que duró hasta la invasión en 1950. Allí, los Lamas eran la elite de una sociedad feudad donde la población estaba compuesta por siervos, una parte de ellos al servicio de los Lamas.



La realidad siempre es mas compleja que lo que muestran las peliculas de Hollywood, las noticias o la información que llega por una de las partes.

De cualquier manera, disfrute muchísimo de ese día. Es impresionante la fuerza de este hombre y la belleza de muchos de sus mensajes. 

Los occidentales teníamos un sitio reservado en el recinto y por unos altavoces iban traduciendo las palabras del Dalai, no se oía mucho pero en el ambiente se respiraba algo especial. Creo que esa energía no sólo emanaba de él, allí había miles de personas transmitiendo calma y paz. Decidí meditar un poco, me coloqué en postura yoguica y viví unos instantes geniales.

Como dice mi amigo Fernando Lallana, espero que el Dalai Lama haya perdonado a Mecano por la cancioncita que decidieron hacerle :-) 

Quiero creer que este señor, fuera de su país y viendo el mundo  tiene una mayor sabiduría, al menos sus mensajes así lo demuestran y quiero creer que eso también me pase a mi, aunque sea un poquito y no sea ni una estrella de rock ni tenga las capacidades intelectuales y espirituales de un Lama :-)














sábado, 18 de agosto de 2012

Un tormento y una belleza. De Leh a Manali

Tengo un buen puñado de post pendientes; del camino de Srinagar a Leh, de Leh, Tiksey y Alchi, de mi visita al Dalai Lama, del retiro de meditación

Los tengo medio, medio y las fotos tardan en subirse, pero los colgaré.

Pero ahora, antes que nada, quiero escribir sobre mi viaje de Leh a Manali. Sali ayer a las dos de la mañana de allí, esta vez me decidí a viajar en minivan que he compartido con una polaca un grupo de franceses y otro de israelíes; once mas el conductor.

Sabía que el trayecto no iba a ser fácil, pero no esperaba tantas sorpresas. Las primeras 10 horas han sido como estar sentada en un sillón de masaje en modo toro mecánico, no exagero ni un poquito. 

El camino no era camino, arena, piedras y polvo. Cuando hemos entrado en la carretera de montaña, tres cuartos de lo mismo, unas veces sin asfaltar y otras con baches, socavones y rocas. 

El paisaje de Leh es espectacular, enormes montañas de roca que con la luz del sol van tomando distintos colores. Parece algo como de otro planeta y en ocasiones da la sensación de que las montañas tienen dos dimensiones en vez de tres. Es un paisaje totalmente distinto a lo que estoy acostumbrada a ver, pero realmente imponente. 



Desfiladeros interminables van rompiendo la roca y es mejor no mirar hacia abajo, especialmente cuando te cruzas con un camión u otro vehículo y las distancias se acortan.
Hemos ido parando a desayunar y comer en improvisados “restaurantes” de carretera que eran todo un espectáculo. 



Esta es una tierra de tribus nómadas y es común encontrarse con tiendas de campaña que son los hogares de estas familias. No quiero pensar el frio que tiene que hacer aquí en invierno.

A medida que vas saliendo de Ladak, las montañas empiezan a cubrirse de arboles, surgen las cataratas del deshielo y vas viendo los ríos. No hay fotos ni palabras para describir lo que se siente, me he encontrado con paisajes tan hermosos que no he podido reaccionar para tirarles una foto.
Te das cuenta de la fuerza y la grandeza de la naturaleza, la minivan era una pulga en medio de todo aquello y nosotros algo todavía mas pequeño. El hombre ha construido carreteras a lo largo de la montaña, pero ella se encarga de recordar quien manda allí y cualquier pequeño movimiento de tierras se convierte en un bloqueo en la ruta que puede durar horas.


En una de estas esperas, mientras las maquinas excavadoras se encargaban de limpiar el camino hemos contemplado una imagen bellísima, el arco iris entre las montañas, se te erizan todos los pelos del cuerpo cuando ves este espectáculo  y el sufrimiento del viaje merece la pena.
Según estés mas arriba o abajo, la temperatura cambia. Del calor pasas al frio cuando subes mas. Gracias a Dios, llevaba conmigo una de las phasminas que compré en Srinagar. Paro para hacer una pequeña cuña publicitaria de Dando un Paseo y de estas piezas que he comprado. No ocupan nada, abrigan y al tacto son una pasada. Contenta con las compras que llevo hasta ahora, sí señor.
El conductor era el “hombre sin miedo”, es increíble lo que podía hacer con ese vehículo. Es como si un autobús eléctrico de la EMT, de esos que van por alguna de las calles del centro de Madrid, se dispusiese a hacer el Paris Dakar.
 Este señor tenía una querencia enfermiza a adelantar a cualquiera que se le pusiese delante y a coger velocidades imposibles para las carreteras por las que nos estábamos moviendo.

Al grupo de franceses los bauticé como “los franceses despreocupados”. Iban indicando al conductor la distancia del precipicio como si fuese algo que hacen a diario en los Campos Eliseos.
 De los israelíes qué decir, vaya panda, se han pasado una gran parte del viaje jugando a  las palabras encadenadas y a adivinar personajes. Cuando estábamos a alturas de esas que se te hiela la sangre y con el hobre sin miedo haciendo de las suyas, ellos como si nada, venga de risas y coñas. En el servicio militar los tienen que entrenar bien para situaciones extremas.

Empezamos a ascender y las nubes empezaron a rodearnos, también la lluvia. Allí empezó la película de terror. Estuvimos cerca de hora y media parados por un desprendimiento de la ladera de la montaña que bloqueo la carretera.
Cuando empezamos a avanzar, la cosa no mejoró. El hombre sin miedo iba avanzando por caminos en los que los camiones se quedaban bloqueados, rozando peligrosamente el abismo. Hasta los franceses despreocupados se empezaron a revolver en sus asientos.

Moviéndonos entre la niebla y ya con la noche cerrada, no sabía si reírme o llorar. La carretera fue mejorando algo, pero esto no fue ninguna buena noticia por que sirvió para que el conductor subiese la velocidad en carreteras de montaña donde no se veía un carajo.

Las últimas horas del viaje fueron de lo mas tenso, pero finalmente llegamos a Manali y allí llego el momento de negociar con un rickshaw que nos llevase a la zona de las guest houses en Old Manali. Agotada después de 20 horas subida a ese cacharro, lo último que te apetece es ponerte a discutir el precio del trayecto, pero esto es India y hay que hacerlo. Así que te ves con uno y otro peleando por 50 o 100 rupias (entre un euro y euro y medio). Y esto no es por ser rata, es por que no quieres pasar por la turista pringada que paga el doble de lo que valen las cosas, ¡sólo faltaba eso¡

Me junte con la polaca y dos belgas que encontramos y negociamos un taxi. Una vez llegamos a Old Manali encontramos una habitación pintona y barata para las cuatro. No pensaba yo pasar la noche tan acompañada.

Me he escapado un rato para mandar un mensaje a la familia y avisar que he llegado y así tener la excusa para cenar luego sola y tranquila en algún lugar.

Y aquí estoy, en un restaurante de lo mas cuco, una Kingfisher, la cerveza india mas popular y una tempura, un homenaje que bien me he ganado hoy.

A ver que me ofrece mañana Manali, deseando de verlo.