sábado, 17 de septiembre de 2011

Días 35-37: Cosas que se pueden hacer en una isla…

Tres días en la playa siempre saben a poco, pero han sido intensos y broche de oro antes de volver a Bangkok. De nuevo el tiempo lo he percibido de manera distinta, me da la sensación de haber estado allí mucho más.
Mi bungalow de la primera noche, tenía unas espectaculares vistas, pero realmente prefería irme a los bungalows que me comentaron los americanos la noche anterior. Así que después de un desayuno generoso, me dirigí hacia allí. La cabaña no podía ser más modesta, una cama, una mosquitera y un pequeño baño, cold wáter,of course. Ventilación natural, que se traduce en agujeros entre los tablones del suelo, la paja de las paredes y el techo, por donde gueckos, lagartijas, cucarachas y hormigas venían a hacerme visitas. Por no tener, la cama no tenía ni sábanas, así que las improvisé con mi toalla y una toalla cortesía del “resort”. De cualquier manera, el sitio merecía la pena, situado al lado del mar, en una playa preciosa, con un restaurante-bar-chill out muy cuco, con wifi y todo por 150baths (3,6€) la noche. No necesito más. Aquí la foto de tres búfalos, que tuvieron a bien plantarse una noche frente a mi bungalow. Si no llego a llevar linterna, me hubieran dado un buen susto. En vez de contar mis días aquí, de una manera lineal, prefiero escribir sobre “Cosas que he hecho en Ko Chang” Ahí va:
Tumbarme al sol en la playa, una de mis actividades preferidas en la vida. Lorenzo me carga las pilas y me llena de energía. Arena blanca y fina, palmeras y bosque al fondo , un mar con olas pequeñas, pero fuertes y un agua cálida que te invitaba a no salir. En esta temporada no hay demasiada gente, así que apenas tenía vecinos. Perfecto. He pasado muchas horas frente al mar, mirándolo, nadando, escuchando música, meditando. No hace falta buscar adjetivos para describir esos momentos. Comer. Los últimos días en Laos, perdí el apetito y comí sin hambre, aquí he vuelto a mi costumbre de desayunar como si se fuese a acabar el mundo y disfrutar de la comida. He dado cuenta de un número indeterminado de Leo Beers, mi cerveza preferida en Tai (aunque prefiero la BeerLao que me sentaba fenomenal). Enseñé a los americanos la sana costumbre de “el aperitvo”, una cervecita a media mañana con algún pica-pica. Por las noches, junto al bar preparaban una barbacoa de carne y pescado, que me hace salivar cuando lo recuerdo. Leer. He leído poco, pero intenso. Un libro maravilloso de Eckhart Tolle, El Poder del Ahora, me ha hecho reflexionar, y mucho. Me leía dos páginas y tenía que parar para reflexionar sobre sus palabras. Cada frase es una sentencia de vida. Muy recomendable. Conectarme a Internet. Un par de horas al día, las he pasado escribiendo y chateando con la gente que quiero allí y con la gente que quiero aquí, siguiendo sus andanzas viajeras por distintos sitios de Asia.
Salir y bailar. Pues sí, he salido cada noche a darlo todo. La primera noche, estaba cansada del viaje y a las doce me fui a la cama, el resto he conocido la marcha mochilera de la isla. La fiesta cada día era en un sitio o en un par de ellos, esto es muy pequeño y dándote una vuelta ves (y oyes) el sitio donde hay que ir. El Ting-Tong fue la estrella de la segunda noche. Después de unos billares y unas cervezas con los gringos, escuchando las versiones de un simpático tai, acabamos en este sitio. Un local abierto, de madera y caña, muy colorista y con una música muy bailable. La gente estaba desatada, aquí descubrí que los americanos no tienen ni pizca de sentido del ridículo. Se hizo un corro e iban saliendo al centro, alternándose con varios tais, a ir desencajando distintas partes de su cuerpo en un pseudo breakdance. Se transformaron, estaban “desataos” Cuando empezaron a “lanzar dardos” a todo lo que se movía, me batí en retirada y cambié de grupo. Conocí a Cristina, una madrileña amorosa, con la que he pasado algún tiempo en la isla, luego hablaré de ella, es todo un personaje.
Un gibraltareño, una canadiense, un belga, un coreano, tais varios… fui hablando y bailando con mis compañeros de pista. Aquello se animó y se convirtió en Sodoma y Gomorra, se iban formando parejas de forma rápida, sin preliminares, ni mucho filtreo, al grano. Hasta los gueckos se contagiaron del calor que se respiraba en el ambiente. Curioso de ver, pero no va conmigo, me las fui apañando para comunicar a los interesados que mi papel en esta peli no pasaba de espectadora y disfruté del show. Me lo pasé realmente bien. Mu, un Tai muy majete me acercó a casa en moto. Dormí del tirón acompañada de mis gueckos y mis hormigas.
La tercera noche, la fiesta fue en un garito a pie de playa, un sitio bonito y bastante más tranquilo. De allí me acerqué al pueblo y estuve un rato con Cristina y Jude. La última noche, no tuve que ir muy lejos, el hot spot fue el lugar junto a las cabañas donde me alojaba. Cuando estaba cenando, apareció Cris, cenó también y nos tomamos unas cerves mientras compartíamos confidencias y risas.
Al rato, se acercó un israelí, a preguntarnos donde podía comprar agua en grandes cantidades, quería como ocho litros. Nos pareció una excusa tontísima para sentarse a la mesa. Este pobre tenía una conversación de lo más aburrida y cada dos minutos soltaba el nombre de un jugador de fútbol español. Cuando terminó con toda la alineación de la Primera división, decidimos no darle mucha bola y volvimos a hablar en español. Un alemán, parece que amigo del otro, se sentó a la mesa e hizo gala de la misma maña de seducción que el primero. Ambos dos, bastante torpes. En un momento dado, me dijo que no quería irse a dormir solo, le comenté que una tienda de peluches sería un negocio redondo para esta isla, creo que mi broma no le hizo mucha gracia, a mi me pareció buenísima.
Hubo un momento desternillante, el israelí pidió algo de picar y comió en nuestra mesa, aquí siempre te traen el plato con una cestita con salsas. En la cesta, había una botellita de líquido transparente que nos enseño, le dije a él y al resto que era vinagre. Bien, pues todos lo entendieron menos él. Estábamos charlando y de repente vimos como se ponía a escupir un líquido mientras sujetaba la botella de vinagre abierta en la mano. Le dio un trago capaz de agujerear el estómago de un rinoceronte. Al pobre, se le desencajó la cara y no volvió a mirarnos en toda la noche. Fuimos un poco brujas y nos reímos hasta las lágrimas. El muchacho desapareció, puede que todavía este vomitando.
Esperamos que el alemán fuese el próximo en desaparecer, como no había forma, nos levantamos a bailar. La música era un poco rollete, pero nos movimos un rato. A un incauto Tai, se le ocurrió tocarme el culo… uuuyyyy, salió la bicha que hay en mi, me volví, le puse un dedo entre ojo y ojo y le solté una parrafada primero en inglés y luego en español (que es como mas flamenco y suena más fuerte) que desearía no haber escuchado. Me pidió varias veces perdón, juntando sus manos sobre su cara y se ganó una buena bronca de sus amigos. Al final me dio un poco de pena.
Esa noche conocimos también a un vasco, bastante impresentable. Cris oyó que comentaba a alguien que era de Euskadi y cuando pasó cerca de nuestra mesa le saludé. Tengo debilidad por los vascos, quizá sea porque tengo entre mis amigos a lo mejor de esa tierra (Eneko, Ainara, Natxo, Almudena, Susana… loviu). Este tipo era de lo mas desagradable, no perderemos nada si decide no volver.
Ko Chang, ha sido una mezcla de relax absoluto durante el día en un paraje precioso y fiesta por la noche. En un radio de tres kilómetros he encontrado lo que venía a buscar, playa, sol, descanso y un Pantone mas subidito. He tenido ocasión de conocer a un buen grupo de gente, algunos realmente curiosos y otros incluso interesantes, de todos me quedo con Cristina, esta chica es todo un descubrimiento. Estos son algunos de ellos:
Brian, Jeff y Logan, los tres americanos que conocí la primera noche. Me sentí muy a gusto con ellos, como uno más. Me alejé prudentemente cuando la noche les transformó. El día que se fueron, Logan vino a despedirse de mi a la playa, casualmente me encontré con los tres de nuevo cuando fui a comer, e intercambiamos abrazos y direcciones de facebook.
Kim, un coreano dulce e ingenuo que conocí en el Ting-Tong y con quien pasé unas horas en la playa. Me contó su vida y desamores, me regaló mi nombre escrito en coreano y hablamos de historia (él es profesor de esta materia en Corea). La arena nos sirvió de papel, un palito de lápiz, y con ello dibujamos el Imperio romano y las invasiones bárbaras. Jude, una israelí charlatana y con mucha energía, con la que volvió a salir el tema del servicio militar en su país. Orgullosa, nos contó que en los dos años que estuvo en el ejército, fue oficial conduciendo tanques. Curioso para una mujer chiquitilla como ella.
Amer, un palestino-sueco, que se gana la vida de freelancer como buzo en plataformas petrolíficas y cosas de ese pelo, bastante pasado de vueltas y con una querencia a aproximarse más de la cuenta y ser un poco inoportuno. En la playa, en mitad de una intensa meditación, tuvo la genial idea de venir a saludarme.
Susana, una ibicenca que lleva cuatro años en la isla y trabaja de camarera en un bar. Habla un español entrecortado, como pensando lo que va a decir y me abrazaba cariñosamente cada vez que me la encontraba.
X, un tai con cresta rubia y verde, un torso tatuado y una cara muy simpática que convertía su aspecto en algo tierno. Sonreía, más que hablaba y jugaba al billar de morirse.
La dama de la playa. Una viejita muy tierna, que cada día se sentaba a la sombra de un arbol y pasaba el día haciendo pulseras y adornos para vender a os turistas.La compré un día una pulsera y desde entonces nos saludábamos, me cogía las manos y me deseaba suerte con una enorme sonrisa.
Una pareja española, con la que no estuve más de media hora, pero de lo más curioso. Él, con unas largas rastas y medio payo, medio gitano. Ella, de padre chileno y madre china, nacida en el País Vasco y ambos residentes en Leganés. Mezcla explosiva, que dio como resultado una preciosa niña de la que me enseñaron una foto.
Y la estrella de estos días, Cristina. Al poco de conocerla, ver como gesticula con manos, cara y cuerpo cuando habla, cómo cuenta las cosas (tiene una innata capacidad para hacer que sus historias de desgracias acaben siendo tiernas y cómicas y las de alegrías te despierten una carcajada), como parlotea sin parar contando historias que va ampliando con otras sin perder el hilo y cómo se expresa en un inglés de cosecha propia… me di cuenta que estaba ante una auténtica chica Almodovar.
Si el manchego la descubriese hacía con ella una trilogía. Tuve la suerte de que las dos dejamos la isla el mismo día, así que pasaremos la noche juntas en Bangkok. Ella marcha a la India. Estoy segura de que seguiremos en contacto a la vuelta.
Otro capítulo más en mi viaje que sigue llenando mi mochila de gente, lugares y experiencias que van añadiendo capas a la cebolla.

5 comentarios:

  1. Cuándo vuelves, Marta? O te quedas ya allí? Un besazo! SIgue así (aquí o allí)

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  2. Hola Fran, vuelvo en un par de días. Organizo algo con los Comunicas y nos vemos. Besos guapo
    Marta

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  3. Qué buen resumem. Qué capacidad de relatar tantas cosas en tan pocas palabras. Estoy enganchada guapa. Me encanta tu post. Muchos besos!!!!!
    Susana

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  4. Gracias guapetona por estos momentos de escapismo que me das. He tenido que salir a la terraza a seguir leyendo el post con el sol dándome en la espalda. Te espera un beso grande. Grande como tú.

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  5. Amoooooooooorrrr!!!!! acabo de revivir Koh Chang a través de tí... comparto totalmente la sensación de relax y diversión q esta isla emana... la combinación perfecta si estás viajando sola...
    Me he emocionado con tu forma de relatar... has provocado en mí algo que yo valoro muchísimo, reir y llorar al mismo tiempo... gracias... conocerte hizo que mi viaje fuese mucho más enriquecedor...
    Estamos en contacto... besos!!!
    Cris

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