domingo, 4 de septiembre de 2011

Día 22: Reconciliándome con Vientiane

Ayer Vientiane y yo no nos caímos bien, pero hoy me he levantado dispuesta a darle una oportunidad. Lo poco que vi no me gusto, pero después del largo viaje no estaba en mi mejor momento. Es alucinante como la actitud que proyectes hacia lo que vives cambia lo que ves. La misma cosa, ciudad, persona puede ser totalmente distinta en función de las gafas que lleves puestas, y de lo que estoy absolutamente segura es que todo (o casi todo) tiene algo bueno y positivo, que si queremos podemos ver. Un vistazo a la Lonely y a Internet con una baguette y un café moka, y ya tenía un listado de cosas interesantes por descubrir. Antes de lanzarme a conocerlas, objetivo: cambiar de guest house. En la que he pasado la noche es bastante triste y tétrica. No tardé mucho en encontrar un sitio céntrico, acogedor, sencillito, limpio y con wifi, y trasladé los bártulos al nuevo campamento (Youth Inn, en la calle Francois Ngin) Camino a la Estupa Negra (That Dam), una paradita para tomar un zumo de frutas. Ambrosía para el paladar. Si no lees algo antes de ir a ver esto, la verdad es que pasa desapercibido. Caminando por Setthathirath vi el Palacio Presidencial, toqué el telefonillo pero no había nadie en casa, supongo que el señor Presidente habría ido a hacer la compra. Junto al Palacio, el primer templo que planee visitar Wat Sisaket. Es el más antiguo de Vientiane, los muros interiores tienen pequeños nichos que contienen más de 2.000 imágenes de Buda. A unos 200 metros Ho Pra Keo…. Caminando un poco mas Wat Simeuang. Este templo es un lugar muy visitado por los laosianos. Fue muy interesante ver como se realizaban algunos rituales religiosos. A los monjes se acercaban personas y familias y les ofrecían un cuenco metálico que contenía un poco de agua y en un plato flores y velas. Antes de presenciar la ceremonia, vi como se compraban estas cosas en los puestos próximos al templo. Las velas eran finas y alargadas y la longitud que se compraba estaba en función del tamaño del antebrazo y otras partes del cuerpo del comprador. Curioso. El monje recibía estos elementos, prendía las velas sobre el cuenco y a continuación colocaba una cuerda de seda alrededor de sus manos y de las personas que hacían la ofrenda. Todos unidos por la cuerda, escuchaban una oración del monje, que luego pasaba sobre sus cabezas y espaldas unas ramitas que mojaba en el agua del cuenco. La ceremonia terminaba atándoles unas pulseras naranjas de hilos trenzados en las muñecas. Frente a otras imágenes del templo, algunas mujeres hacían otras ofrendas. Curiosos rituales, me imaginé que los laosianos sentirían la misma curiosidad y extrañeza si asistiesen a alguna de nuestras ceremonias religiosas. Tanto Wat me despertó el hambre, así que volví caminando hacia la orilla del Mekong y me comí unos pinchos BBQ y una generosa BeerLao. Para mi siguiente visita tuve que coger un tuk-tuk, se que el trayecto son 10.000kips (algo menos de un euro), el conductor me pidió 50.000kips, le dije que nonaino y cómo me pareció un tipo simpático lo dejé en 20.000kp. Le pedí que me llevase a Wat Sok Pa, un templo a unos 10 minutos del centro. En los alrededores del templo hay una cabaña donde fui a disfrutar de una sauna de hierbas y un masaje laosiano. Preguntando a los monjes conseguí encontrar el sitio, una cabaña de madera de lo más rústico y destartalado. Subiendo unas escaleritas accedías a la planta donde se encontraba la sauna y las masajistas. Este no es un sitio de turistas, los locales y los monjes son los que parece que disfrutan de sus servicios. Por señas una mujer me indicó que me cambiase y me cubriese con una tela que me dio. Uniformada me metí en la sauna, una habitación llena de vapor con olor a hierbas, algunos tablones a modo de banquitos y una alfombra por la que subía el vapor del agua que cocía bajo la cabaña. No se el tiempo que estuve allí, aguanté todo lo que pude, calculo que no mas de 10 minutos. A la salida, me senté a tomar un té y luego me indicaron que pasase a la estancia del fondo a darme el masaje. A los pies del colchón donde me tumbé había unos 6 o 7 tipos jugando a las cartas . Una chica con manos de ángel me estuvo dando un masaje durante una hora, boca arriba, boca abajo, de un lado, de otro y sentada. Genial. Pregunté si podía volver a entrar en la sauna y allí estuve otro rato con un par de lugareños que no paraban de hablar. Ya quisieran muchos de los lujosos spas que conocemos conseguir dejarte en un estado de relajación como el que salí. Levitando me fui hacia la salida y tuk-tuk al centro para cenar en el mercado nocturno. Difícil elegir que comer, todo tenía un pintón. Me decidí por un pescado tipo dorada a la parrilla y una BeerLao. Muy buena elección. De camino a la guest house, no pude evitar comprarme esta especie de masa frita rellena con chocolate. Tenía el mismo sabor que las porras y llenaba lo mismo, sólo pude comerme la mitad. Voy a tener que caminar unos cuantos Wats para bajar estas calorías. Por fin en la habitación, ¡qué gusto y qué diferencia con la de ayer! Recogí el equipaje y a dormir, mañana me esperan unas cuantas horas de bus. Buenas noches Vientiane, hemos sido amigos por un día y me alegro de haberte conocido.

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