martes, 6 de septiembre de 2011

Día 23: Camino a las cuevas

El viaje VIP de Luang Prabang a Vientiane fue demasiado, así que esta vez para ir hasta las Cuevas Kong Lo elegí un autobús local. De nuevo, la decoración del vehículo derrochó un gusto exquisito, incluso gozamos del servicio de exclusivas azafatas que en un momento del viaje subieron a vender sus viandas.
Lo cierto es que aunque el bus era bastante mas cutre, el viaje fue más cómodo. No tuve compañero de asiento y pude ir estirada. Me fui preguntando a quien leches se le ocurriría tapizar los asientos de un autobús en Laos con skay.
A mi lado viajaba un francés más tieso que una vaina, no me dirigió la palabra en todo el viaje.
Unos asientos mas atrás, un español que fue durmiendo todo el camino y con el que no hablé hasta llegar a destino. En ese momento no sabía que Alberto (así se llama) se iba a convertir en uno de mis mejores amigos este viaje.
Dos alemanes, Simon y Andy también viajaban con nosotros
. Según llegamos el paisaje iba siendo cada vez mas espectacular, es lo mas bonito que he visto en todo el viaje. Dejo algunas fotos, soy incapaz de describirlo con palabras. La mala noticia es que una vez más, las fotos no hacen justicia a la realidad. Una vez llegamos, el francés fue a su bola y Alberto, Simon, Andy y yo buscamos donde alojarnos. Los cuatro sabíamos que el destino final era algún sitio cerca de las cuevas, pero ninguno sabía exactamente donde íbamos a parar. El autobús nos dejó en un pueblito justo al lado de Kong Lo caves, una auténtica aldeíta laosiana.
Nos alojamos en una casa local, junto a nuestras habitaciones estaban las de la familia. Cama, mosquitera y un baño que se reducía a un agujero en el suelo y un cubo junto a un grifo. Mas que de sobra para mi. Vivir allí un día y medio fue maravilloso.
Agradecí poder hablar en español y agradecí más hacerlo con un tipo genial. Cuando me despedí de mis amigos de Luang Prabang, no imaginaba que iba a seguir encontrándome con gente maravillosa. Alberto es un cántabro que lleva viajando un año y medio y que va a seguir haciéndolo dios sabe hasta cuando, tiene la sonrisa del gato de Alicia y una conversación inteligente y divertida. Vuelvo a ser muy afortunada. Nos fuimos a cenar a uno de los dos “restaurantes” del pueblito, los alemanes eligieron el otro… Antes de ir a dormir los vimos y quedamos en vernos al día siguiente. Este sitio promete, y mucho.

1 comentario:

  1. Menos mal que las fotos no hacen justicia..:-( un beso fuerte.Cesar

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