miércoles, 14 de septiembre de 2011

Día 34: Si el cajero no te da pasta, breath in-breath out.

Madrugón, buscar tuk-tuk y al aeropuerto. Mi avión sale a las 9, así que sobre las 10 en Bangkok.
El mundo del tuk-tuk da para escribir otro post. Hay conductores y vehículos de todo tipo, pero en ninguno te libras de estar regateando unos minutos antes de subir. Normalmente el precio de partida suele ser un poco menos del doble del real. Una vez que el conductor lanza su primera oferta no puedes soltar la cantidad que crees que tienes que pagar, hay que decir algo menos, el dice otra cantidad y en ese momento sueltas el precio. Esta gente habla el inglés justo para cuatro frases, pero son más listos que el hambre. El lenguaje del cuerpo es internacional, así que hay que mostrarse seguro y firme en la última oferta.
En el aeropuerto de Ubon fui a sacar dinero, sólo había un cajero, lo intenté con las dos tarjetas que llevo y con las dos me decía que la operación no era posible. Respiré hondo y confié que fuese un problema del cajero. Repasé mentalmente el dinero que me quedaba para los 8 días restantes del viaje: chungo. El trayecto en avión lo pasé pensando posibles soluciones si las tarjetas no conseguían que el cajero escupiese unos cuantos baths. De una cosa estaba segura: alguna solución encontraría.
El avión llegó diez minutos antes, la mochila salió nada más llegar a la cinta… después de unas semanas en Laos, esto me parecía marciano. Va a resultar que Tailandia está demasiado civilizada para mi. Me he “asilvestrado”
A lo lejos vi un cajero y crucé los dedos. Hice un intento y me devolvió un mensaje de que no tenía la cantidad que quería sacar… breath in-breath out. Bajé un poco la apuesta y después de un rato la respuesta fue que el pin era erróneo. Volví a intentarlo cambiando el pin, nunca he concentrado tanta atención en una máquina. Supongo que la sensación que tuve cuando vi salir los billetes fue como la de ganar el premio gordo en una máquina tragaperras.
Mi idea inicial era irme a la estación Ekamai y allí coger un bus hasta el embarcadero próximo a Koh Chang, pero averigüé que desde el mismo aeropuerto también salían e iban directamente a Lonely Beach, en el sur de la isla.
Encontré el mostrador, la van de las 11h estaba completa, así que a esperar hasta las dos.
Maté el tiempo conectándome a Internet, Alberto me envió un precioso mensaje (miss you, amigo) que me hizo sonreír y llorar al mismo tiempo. Comí algo, me di unos paseos, a la carretera. 5 horas más y espero estar mirando el mar.
Llegue a Trat, allí la van subió a un transbordador y nos bajamos a cubierta. Durante los siguientes 20 minutos, viví el momentazo del día: me senté en la proa del barco, el mar delante y a lo lejos las luces de Ko Chang, la luna entre las nubes y escuchando Archive (You all look the same to me). Hay momentos que las emociones provocan sensaciones físicas difíciles de explicar, lo saben hacer bien los poetas y los buenos escritores, no soy ni una cosa ni la otra, pero lo voy a intentar. Se me agarró al pecho, era como si sintiese el corazón mas grande haciendo presión y abriendo las costillas (esto me ha quedado como un capítulo de House)
En otros momentos del viaje las emociones fueron distintas, pero no menos intensas.
Frente al Mekong, en la terraza del bungalow, mirando el río, sentí la sangre correr a otro ritmo y los músculos aflojarse. Somos agua, supongo que el agua de mi cuerpo comenzó a fluir al ritmo del río. Da la sensación de que eres como de gomaespuma.
En las cuevas Kong Lo, la sensación se centró en la cabeza. La oscuridad abrió mis pupilas y el espectáculo del corazón de la montaña se metió en mi cerebro. Esto provoca como un aturdimiento muy agradable.
En las despedidas, la reacción física se concentra en el estómago. Se encoge y parece que se retuerce, empuja hacia arriba y pincha en el corazón.
Frente a algunas cataratas, la sensación es como más eléctrica. La caída del agua provoca como chispazos dentro del cuerpo.
No tenía nada reservado en la isla para dormir y la pareja que viajaba en la van conmigo iba a un resort de lujo, no me apetecía nada. De casualidad en el aeropuerto cogí un folleto de unos bungalows frente al mar, eran un poco caros, no se por qué lo cogí, pero me sirvió para indicarle al conductor que me dejase en algún sitio. Eran las 21h que equivalen a las 24h en España.
Pregunté en recepción si tenían algún sitio donde cenar, allí nada de nada, me dijeron que caminase por la playa y en unos minutos llegaría a un garito abierto. Vaya espectáculo bonito, esta playa es una belleza.
Paré en un sitio y tenían la cocina cerrada, caminé un poco mas y acabé en un chill out a pie de playa con música alta y un poco de más para mi mood y un tipo haciendo malabares con palos de fuego. Tenían comida ¡bien!
Me senté en unos cojines con mi cerveza a observar al personal. Un grupo de americanos guaperas otro de alemanes descamisados y gente variopinta. Pensé que este no iba a ser el sitio donde iba a pasar mucho tiempo. Empecé a hacer juicios, error.
Uno de los americanos se acercó a invitarme a sentarme con ellos, fui, me lo tomé como una investigación antropológica. La sorpresa fue tremenda cuando empecé a hablar con ellos, no eran para nada los gringos que buscan fiesta y desparrame con conversación intrascendente. Hablamos de muchas cosas, uno estaba leyendo un libro que me recomendó Alex y que tengo pendiente de Robert M. Pirsig, Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta(una obra que habla sobre los Valores y temas profundos), era ingeniero y había dejado su curro para empezar su viaje de voluntario en Haití. Los otros dos hacían meditación y charlamos un rato también sobre ellos.
¡¡Americanos os recibimos con alegría!!
Lo mejor, es que me comentaron que estaban en unos bungalows justo al lado de donde estábamos y frente a la playa ¡por 150 baths!
Decidí en cambiarme al día siguiente y quedamos en vernos en la playa.
Lección de hoy: las apariencias engañan, todo puede ir a mejor, breath in-breath out, los cajeros acaban dando dinero y los tópicos sobre nacionalidades se vienen abajo.

1 comentario:

  1. Ay Marta!! No lo había leído hasta ahora. ¡Qué divertido! Ya leeré el resto el finde. Cuídate mucho. Bsos,mariajo

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