miércoles, 31 de agosto de 2011

Día 20: See you soon...

> Me he despertado con esta nota que me han dejado las griegas bajo la puerta. Una imagen vale más que mil palabras. Hoy tempranito voy a visitar unas cuevas cercanas a la ciudad, me fui al embarcadero y a disfrutar de una hora y media de viaje por el río. No me canso de navegar en este lugar, el barco va lento, como meciéndote y todo alrededor es precioso. Antes de llegar a las cuevas Tham Ting, paramos 20 minutos en un pueblo que llaman “Whisky Village”, un pequeño sitio pintoresco donde se produce este alcohol y con puestos de preciosas telas que las mujeres del pueblo tejen y venden a los turistas. Las cuevas son un lugar sagrado donde hay alrededor de 4.000 esculturas de Buda de distintos materiales, que los navegantes han ido dejando allí a lo largo de los siglos. Una vez al año hay una procesión y las cuevas se llenan de laosianos que aguardan pacientemente en colas para acceder y llegar al agua sagrada que cae a lo largo de una de sus rocas. Un sitio interesante, pero sin duda lo que más me gustó es volver a disfrutar de la travesía de vuelta. Ayer dormí sólo tres horas, así que aproveché las enseñanzas del Abad Adjha en el monasterio y fui haciendo unos ejercicios de meditación que me dejaron nueva. He decidido que mañana me marcho a Vientiane, me quedaría uno o dos días más aquí, pero todavía me queda mucho por ver y quiero ir bajando hacia el sur del país. Para ir a Vientiane puedo coger un vuelo por ciento y pico euros o ir por carretera en bus por unos 15, busqué en varios sitios y comparé precios. Iré en autobús mañana a las 8h. Si soy backpacker, soy backpaker. Aproveché el resto del día para dar una vuelta por Luang Prabang, tomar un ice cofee junto al río, escribir e ir despidiéndome de esta ciudad. A las 19h, Jasmine y Simon vinieron a mi guest houses, cenaremos juntos antes de despedirnos. Simon nos propuso ir a un sitio tranquilo y bonito que había descubierto caminando y nos regaló los oídos diciendo que iba con las dos chicas más guapas de la ciudad, es un encanto. Para ir al sitio en cuestión me encontré con la sorpresa de que había que cruzar el río en una de esas barcas de papel a las que no consigo acostumbrarme. A la fragilidad de la barca se unió que era de noche y todo parecía más misterioso y que yo llevaba además de la cámara de fotos el ordenador . Si caíamos al agua no pasaba nada, el río va tranquilo, nadas y listo, pero quedarme sin netbook y sin cámara no me apetecía un pelo. En un par de minutos llegamos a la otra orilla. Tengo que reconocer que mereció la pena, el sitio que eligió Simón era sencillamente precioso. El restaurante era al aire libre, tenía unas magníficas vistas del río y una sutil iluminación con pequeñas lámparas. Estaba todo construido de madera y el sonido del agua de pequeñas fuentes, completaban un ambiente muy acogedor. Hablamos de muchas cosas, pero un tema realmente interesante fue las relaciones que teníamos con nuestras familias y las estructuras familiares en nuestros países. Ellos volaron de casa muy jóvenes y ven muy esporádicamente a sus padres y hermanos. Simon comentó, que obviamente quiere a sus padres, pero que su vida tiene otro rumbo e incluso cuando han estado hospitalizados por algo no ha ido. Jasmine, lleva sin ver a uno de sus hermanos siete años y las visitas a sus padres son muy espaciadas en el tiempo. Para cualquier español, esto es marciano, mi postura es no juzgarlo, es algo que he aprendido en los últimos meses. Son distintas formas de entender la vida y ninguna es mejor que otra. Para ellos será igual de extraño que yo hable con mis padres (cuando estoy en Madrid) a diario, tenga la nevera llena de tuppers de mi madre y la necesidad de verlos y estar con ellos. Aprovecho la ocasión para decir que mis padres son sencillamente maravillosos, me tocó la lotería el día que el azar hizo que fuese su hija, lo que soy y lo que tengo es gran parte producto de su amor. Mi hermana es mi corazón, mi niña, las dos sabemos que siempre estaremos cuando nos necesitemos y de manera incondicional. No voy a seguir, cuando los González Zárate lean esto van a llorar como Magdalenas, porque además de ser una familia muy española, “lloramos con dos de pipas”. Un número, vaya. De las familias pasamos a los cambios en el mundo digital, de ahí al porcentaje de divorcios en nuestros países…. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el lugar donde nos separábamos, ya para despedirnos. Decidimos no decir Adios, decir mejor Nos Veremos. Ninguno estamos seguros de que eso vaya a ocurrir, pero el intenso y verdadero abrazo que nos dimos, nos hizo estar seguros de que todos hemos sido parte de un trocito de vida importante para los otros.

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