miércoles, 1 de agosto de 2012

Del tirón a Srinagar sin pasar por la casilla de salida



Viajar en tren en India, puede resultar una de las experiencias mas curiosas que se viven en este país. El caos de la estación, con gente por todos lados, comiendo, durmiendo o simplemente sentada en grupos familiares contrasta con la informatización en la emisión de billetes. Todavía me sigue sorprendiendo que mi nombre y mi número de plaza aparezcan impresas en el papel que pegan en cada vagón con los pasajeros que lo ocupan.

Otra cosa es que una vez llegues a tu sitio, lo encuentres libre. Normalmente, tengo que enseñar el billete y pedir amablemente que me cedan mi asiento. La mayor parte de las veces viajo en sleeper class, una clase económica que te permite ir durmiendo por la noche.



De nuevo esta experiencia vuelve a ser controvertida, por un lado tienes la oportunidad de convivir con la gente local y por otra valoras de verdad las comodidades con las que viajas en tu país. 


Es una estupenda manera de ver de cerca a familias que viajan juntas, que te ofrecen la comida que llevan y te miran con curiosidad. Observar los diferentes rasgos, atuendos y comportamientos de los pasajeros te da una idea de la diversidad cultural del país.


 He tenido momentos preciosos compartiendo este espacio con personas con las que me comunicaba por gestos, otros un poco mas incómodos pero nunca peligrosos.  De cualquier manera un tren es un lugar en el que no puedes bajar la guardia, no dejar nunca la mochila sin cadena y candado y no perder de vista ni un segundo tus cosas.

Prefiero viajar en sleeper class, pero alguna vez he comprado billetes en tercera y segunda clase, mucho más cómodos y con la oportunidad de estar en contacto con la clase media india.


El primer trayecto en tren de este viaje ha sido de Delhi a Jammu, unas diez horas de recorrido que compartí con personajes singulares. Enfrente una joven pareja y la madre del muchacho, deduje el parentesco por la forma en la que se relacionaban entre ellos y por que en India, la mujer vive con los suegros después de la boda. La chica no tendría mas de 20 años, y lucia una tímida sonrisa ante cualquier gesto hacia su marido. Se dieron un buen festín de chapati y viandas con un intenso olor a especias y picante. 
A mi lado un señor muy amable con quien pude hablar un poco en inglés y tres hermanos sijs con un tremendo parecido físico y una tremenda diferencia de peso, el que parecía mayor pasaba de los 150kg seguro. Esto no es muy común aquí, la mayor parte de la gente tiene una complexión delgada.

Llegó la hora de dormir y mis compañeros fueron colocándose en sus literas y curiosamente dos de los hermanos (los de menor volumen) se “acomodaron” en el suelo.  Además de parecerse en lo físico, compartían también la habilidad de emitir unos sonoros ronquidos.

Me sigue sorprendiendo como aquí la gente puede dormir en cualquier sitio y postura. En un momento de la noche me levanté al baño y tuve que ir buscando huecos donde poner los pies entre brazos y piernas de la gente que dormía en los pasillos e incluso junto al baño, es algo parecido a jugar al “enredos”. Cuando visito el toilet en el tren siempre imagino la cara de mi madre si tuviera que entrar en uno de ellos y siempre me da risa.

Llegamos a Jammu como a las siete y pico de la mañana y allí tenía la opción de pasar una noche antes de seguir camino a Srinagar o buscar un jeep compartido y seguir del tirón. Srinagar está en Cachemira, en las montañas del Norte de India y la única manera de llegar por tierra es por carretera. El trayecto son unas ocho o nueve horas, ascender por carreteras de montaña en bus no me apetecía mucho, opté por el todoterreno.
Cuando viajo por Asia, no se por qué, pero tengo la sensación de que mi intuición funciona mejor y los lugares y las personas me transmiten mas cosas. Bien, pues Jammu no me dio muy buen rollo y decidí seguir viaje. Por suerte, nada mas salir de la estación vi una zona de jeeps y buses. Elegí un vehículo que tenía buena pinta y le pedí al conductor que me reservara un asiento. 

Estuve allí como una hora y media, tuvimos que esperar a que fuera llegando gente y completar el resto de los seis espacios para pasajeros del jeep.
Este viaje no he encontrado ni a un occidental, he estado rodeada de indios y acostumbrando mi oído al inglés de esta gente. Al principio cuesta, los sonidos  de las palabras poco tienen que ver con el original, así que lo que hago es pillar una o dos palabras y deducir el resto de la frase, suele funcionar.

El paisaje que me fui encontrando por el camino me iba descubriendo un lugar realmente hermoso, montañas imponentes y uno de los paisajes naturales mas bonitos que he visto en India.


Después de unas veinte horas de ruta, llegue a Srinagar hecha un trapito, ¡pero llegué! Las primeras horas en una ciudad nueva son un poco desconcertantes, si a esto sumas que los caza clientes se lanzaron sobre mi como si fuera la última turista sobre la tierra y que encima necesitaba ir al baño de manera imperiosa, los 10 primeros minutos fueron un tormento.


Lo primero, deshacerme de los dos o tres tipos que iban alternándose para ofrecerme alojamiento, en esta tierra no saben aceptar un no, la insistencia llega a límites insospechados. He comprobado que la mejor manera de rechazar estas ofertas es mirar a los ojos con seguridad y rechazar firmemente pero con educación, bien, pues aquí tuve que utilizar todos los recursos bajo la manga: marido esperándome en la ciudad, simular conversación telefónica con alguien que venía a por mi e incluso hacer un poco la lagartijilla cruzando la calle y volviendo atrás y adelante.

Tire de Lonely Planet y busqué un rickshaw que me llevara a un hostal, tras el regateo habitual nos pusimos en marcha. El sitio en cuestión no tenía habitaciones libres, así que mochila al hombro caminé un ratillo y chequeé cuatro o cinco sitios.

 La sensación de cerrar la puerta de la habitación y soltar la mochila es impagable.  Y después de la ducha a lo indio (en los sitios mas económicos en vez de ducha, tienes un grifo y un cubo. Esto es de lo mas útil, gastas menos agua y ejercitas los músculos de los muslos manteniéndote en cuclillas) empecé a ser un poquito mas persona.

Mientras daba una vuelta por la zona antes de dormir, pensaba en un comentario que una vez escuche a Marina, una compañera de yoga, contaba que cuando salía de viaje se mentalizaba para que el viaje comenzase desde el momento en que ponía un pie fuera de casa, y así disfrutar también del trayecto.

A pesar del montón de horas en tren y carretera, de lo incómodo que puede parecer y de lo cansada que llegue, fue un buen viaje y de nuevo agradecí poder vivir la experiencia de este país.

Antes de dormir, recordé un cartel al inicio de la ciudad que daba la bienvenida con un “Welcome to the Paradise on Earth” y me acosté pensando que me ofrecería este lugar.











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