domingo, 8 de enero de 2012

Hacia el Sur de la India, camino a Anantapur

He decidido que el dinero que consiga vendiendo lo que voy mandando a España vaya a la Fundación Vicente Ferrer.  Al principio pensé en donarlo a familias en algún lugar donde encontrase verdadera necesidad, mi imaginación voló y surgieron ideas como comprar máquinas de coser, pero es imposible garantizar que el dinero vaya a caer en buenas manos si no hay una organización de confianza. India es un país complicado.

La Fundación me ofrece todas las garantías y lo que he investigado que hacen aquí es una labor fantástica. Vicente Ferrer ha sido un ser humano diez y su familia está hecha de la misma pasta.

Una tarde en un cyber se me ocurrió que sería genial poder conocer lo que hacen en persona, la idea me entusiasmo, lo que no me gustó tanto es que están en el Sur de India y no tenía pensado ir a esa zona. Este país es gigante un el tiempo que voy a pasar aquí quería centrarme en el Norte. Lo pensé unos segundos y cambié mis planes: iría al Sur. Poder contar a la gente que compré lo que he ido mandando, lo que se va a hacer con su dinero y como es el sitio donde se va a mandar, bien merece el largo viaje.

Envieé un email a la Fundación en España para contarles mi visita y ver si era posible. No tardaron en contestarme, sólo tenía que enviar un cuestionario con mis datos y se encargarían de informarles que iría por allí.

Sin dar demasiadas vueltas lo mandé. Mi instinto me decía que fuera, la segunda parte de la historia era llegar hasta allí, Anantapur es un pueblito que no aparece ni en la Lonely.

Un poco de research en Internet y averigüé quela ciudad grande mas cercana es Bangalore, podía ir en tren (40 horas) o en avión (2,5h). Dejé el perroflautismo aparcado por un día y me decidí por el avión, aunque salió con dos horas y media de retraso, me ahorré el infierno de casi dos días metida en un tren.

Bangalore es una ciudad prospera y moderna, la industria informática ha transformado este sitio en una ciudad de negocios a la altura de cualquier ciudad europea. La llaman el Silicom Valley de India. El aeropuerto esta muy bien y el autobús que cogí para ir a la estación de trenes es el más decente que he cogido desde que estoy aquí.

Sin mucha idea de cómo iba a llegar a mi destino final me vi en la estación de trenes, haciendo una cola y preparada para el periplo acostumbrado de ventanilla en ventanilla y tiro porque me toca. Sorpresa; la cola fue rápida, la conversación con el empleado clara y en dos minutos tenía un billete en mis manos para ir a Anantapur. Otro paso más.

Sentada sobre mi mochila en el andén y comiendo un rice curd, me tiré una foto mental  y fui consciente de la aventura que estaba viviendo; fuera del circuito turístico, sin occidentales a la vista, sin saber cómo era el sitio a dónde iba ni cuándo iba a llegar…

 Me pregunté cómo acabaría el día. De momento, ni idea de cómo iba a localizar la Fundación… vaya líos en los que me meto. El no tener todo controlado, dejar las cosas fluir y tener la seguridad de que todo saldrá bien es una sensación que me ha regalado este país.

Mi billete era de la clase más baja…. Sí, esas imágenes que tenemos de la India con trenes abarrotados, ventanillas con rejas y paredes desconchadas. De nuevo lo que puede parecer una pesadilla, se convirtió en otro gran momento. Me hicieron sitio entre una mujer y un anciano, alrededor un matrimonio con dos niños, una mujer mayor y sus dos hijos, tres adolescentes y en los asientos cama sobre nosotros  cuatro o cinco hombres que lo mismo estaban durmiendo que sentados. 


¿Qué hace una europea en medio  de este batuburrillo?
Pues lo normal: hablar por gestos y con cuatro palabras en inglés con sus vecinos, comer lo que su compañera de asiento le mete por los ojos al estilo de la más típica madre española, enseñar las fotos de su viaje en el ordenador a los curiosos alrededor y sonreír y observar a esta gente maravillosa que trata al extraño como alguien especial.
Sin hablar el mismo idioma, nos contamos nuestras vidas.
Marjula, era una mujer encantadora, parlanchina e inquieta. Cuando no hablaba conmigo, lo hacía con alguno de los otros pasajeros, tuve a mi madre presente todo el tiempo que estuve junta a ella, parecía que hubiese ocupado el cuerpecito de esta india y estuviese a mi lado. Derrochó un inmenso cariño hacia mi, además de insistir en que comiera de todo lo que llevaba en sus bolsas, cuidó que mis hombros estuvieran bien cubiertos para evitar las miradas de los hombres, se quitó su bidi de la frente y me lo puso, abrió su bolsa de viaje y me regalo unas preciosas pulseras que me colocó amorosa  en la muñeca… por señas me invitó a que fuese a su casa, deduje que también quería que me pusiese un saree y que ella me enseñaría como colocármelo. Al final del viaje, terminó recostada sobre mi hombro ¿Qué puedes hacer cuando te encuentras con gente así? Te supera, no hay palabras para describirlo.
Nos dimos besos y abrazos al despedirnos y me acompañó hasta la puerta del tren con una gran sonrisa. Una mujer especial.

En la estación de Anantapur me di cuenta que ya era bastante tarde y no tenía idea de con que clase de sitio me iba a encontrar. Fui preparándome para encontrar un slum recibiéndome, pero por suerte, el pueblo estaba realmente bien.

Siguiente objetivo, encontrar la Fundación. Pregunté y allí nadie tenía idea, finalmente un conductor de rickshaws me llevó durante unos cinco kilómetros hasta RDT, no me habían confirmado desde España que tendría un lugar para quedarme allí, pero lo intenté y salió bien, ningún problema para quedarme.

El lugar no podía ser mas agradable, limpio,organizado, una isla en medio del caos de la ciudad. La sorpresa fue mi habitación, sencilla pero desde que entre me encontré como en casa.

Dejé mis cosas y me fuí a la cantina, allí encontré a visitantes y voluntarios. En ese momento empezaros unos de los mejores días de mi viaje y sin duda de mi vida.









1 comentario:

  1. alucinando con este viaje al sur y con una sonrisa de oreja a oreja por tu "no lo tenía planeado, pero lo hago"

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