viernes, 2 de diciembre de 2011

Pushkar, el color de la India.

En sólo cuatro horas me planté en Ajmer desde Agra. Trayecto corto, tren comodo y una preciosa ciudad esperándome:Pushkar. No pude evitar fotografiar a esta compañera de viaje. Al llegar, una familia belga me ofreció compartir taxi con ellos de Ajmer a Puskhar, en principio les dije que si, pero lo pensé mejor, les agradecí el ofrecimiento y me lancé a buscar el bus local. Cogí un rickshaw hasta la estación de autobuses y allí después de mucho preguntar, descubrí el lugar de donde salía. Mantuve una interesante conversación con una de estas señoras, cada una en su idioma nos contamos nuestras cosas y nos echamos unas risas. Sólo por este rato, me alegré de haber elegido el camino menos fácil, pero mucho mas interesante. El autobús gozaba de todos los extras de estos vehículos locales, de pie y apretujada entre montones de gente. Estuve los cuarenta y cinco minutos del viaje de charla con los niños de una familia que viajaba junta. Estaban felices, se peleaban por hablar conmigo o ponerse màs cerca y me enseñaron en indi el nombre de todos los animales que se les iban ocurriendo. Al llegar, lo de siempre, búsqueda de guest house. Miré tres o cuatro y me decidí por la guest house Venus, por algo más de dos euros un sitio limpio, sencillo y agradable. Buena elección, Pushkar fue aire fresco. Un sitio pequeño y lleno de color alrededor de un lago. Es un lugar sagrado a donde vienen peregrinos a realizar ceremonias en el lago, en torno al que crece la ciudad. Hay muchos turistas, aquí los precios son bajos, es un buen lugar para comprar. Desde aquí envié dos paquetes a España con cosas requetemonísimas. Compre pañuelos de seda, algún vestidillo, blusas… ya ni me acuerdo. Disfruto un montón negociando con los dependientes y eligiendo cada cosa de una en una. Me gusta hacer esto y además, creo que no se me da nada mal, llego a conseguir hasta la mitad del precio inicial. Poco a poco he aprendido como es el proceso de compra, es necesario dedicar tiempo, tener una conversación con el vendedor que normalmente empieza sobre tu país, tu viaje, tu trabajo… y sigue alternando la negociación de precios con charlas sobre tu vida y la suya, siempre con un chai tea. He pasado grandes momentos en las tiendas de India. Como me ha ocurrido en cada viaje, sigo encontrándome gente que he conocido en ciudades anteriores y sigue haciéndome mucha ilusión escuchar como me llaman cuando camino por la calle. Esta vez, volvieron a aparecer Mariana y Mariola, dos chicas de Uruguay y Argentina y Nells, un alemán muy majete. A todos los conoci en Amritsar. No todo el tiempo he estado de compras, aquí hay cosas interesantes que ver. El templo de Brahma es uno de los pocos del mundo dedicado a esta deidad hinduista. Un sitio colorista y pequeño. Aquí me ocurrió una cosa curiosa y tierna, un niño se me acercó con un boli para que le escribiese mi nombre en su manita, sus preciosos ojos me miraron con ternura y me dieron un pellizco en el corazón. Le escribí mi nombre mientras me sonreía sin parar de mirarme, en unos segundos tenía a seis o siete canijos pidiéndome autógrafos también. Ninguno de ellos podía imaginarse que la que no cabía en si de gozo por ese momento era yo. Les pregunté si podía hacerles una foto para recordarles, fue una mezcla de sorpresa, emoción y desconcierto. Otra escena capto mi atención por unos instantes, un abuelo y su nieta compartiendo juntos una tarde en el templo. La niña amorosa, colocó una flor en el ojal del orgulloso abuelo. Me encanta reconocer gestos de cariño entre la gente, que son los mismos en cualquier parte del mundo. Podemos ser muy diferentes, hablar distintos idiomas, comer cosas incomibles para otros, vestirnos con ropas distintas, pero los gestos de amor que he visto entre padres e hijos, en parejas, entre amigos, son los mismos. Cuando observas estas cosas, la distancia cultural es tan pequeña que olvidas que estas lejos de casa. Como seres humanos que somos, he de decir también que los malos gestos también se repiten por estas tierras y puedes intuir la tristeza de algunas personas, la mala leche… Al salir del templo encontré un grupo de personas cantando y celebrando una ceremonia religiosa en un patio cercano. Me pare a observar y un chaval con gestos me invitó a unirme al grupo. Siempre que puedo, me gusta participar en los actos religiosos que voy encontrando, unirme a la ceremonia como uno mas, en vez de observar desde fuera. Es enriquecedor ver como desde cada religión los fieles se acercan a su dios de maneras muy distintas. Es más fácil desde dentro, darse cuenta que el dios al que todos se dirigen es el mismo. Sentados en el suelo, escuchamos como un grupo de ancianos cantaba y tocaba instrumentos, mientras el resto acompañábamos el cántico con palmas. Al irme, me dieron un cuenquito con coco rallado y un plátano. En los ghats alrededor del lago, los peregrinos se bañan en las aguas sagradas, las cenizas de Ghandi se esparcieron desde uno de ellos. Al amanecer y a la caída del sol, se realizan ceremonias y se ofrecen flores al lago acompañando el ritual con cánticos. El atardecer es un bonito espectáculo en este lugar. Hay también mucho tunante dispuesto a sacar unas rupias al turista. El proceso es el siguiente: en las calles alrededor del templo se te acerca alguien y te regala unas flores para que vayas al lago y las ofrezcas, una vez allí se acerca otra persona y te cuenta que te va a mostrar como hacerlo, insistiendo en la suerte que te va a acompañar por realizar de la forma apropiada el ritual. Me ocurrió lo siguiente, un joven me ofreció unas rosas en la calle contigua al lago, cuando me acerqué a la zona sagrada y me senté cerca del agua, otro vino y empezó a decirme que él era un “holy man” y que tenía que seguir sus indicaciones. Muy seria le expliqué que él era sagrado, que yo también y que cada persona en el mundo también lo era, por eso prefería hacer la ofrenda sola. No quiero ni pensar lo que me dijo en indi, por sus gestos y tono de voz, fue de todo menos bonita. He comido cosas muy ricas, me acerqué al restaurante del hotel Seventh Heaven, mi amigo Nacho García me recomendó no perdérmelo. Me comí este rico thali a su salud. No podía dejar de probar algo de la comida típica rajastaní, en un sitio muy pintón disfrute de un masala bati Mi última mañana en Pushkar, la pasé subiendo cuatrocientos escalones hasta el templo de Sivatra, en las afueras de la ciudad.
Las vistas desde arriba fueron espectaculares, como siempre que estoy en lo alto de algún sitio, mi recuerdo fue para Marcos. Hable un ratito con él, parece que desde lo alto tenemos mejor cobertura con los ángeles.

1 comentario:

  1. Cuántas cosas bonitas, madreeee! Vas a volver?
    Te echamos de menos.

    PD. Me puedes conseguir un chándal como el de la foto 11 (el niño de la derecha)?

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