Viajar en tren en India, puede resultar una de las experiencias mas curiosas que se viven en este país. El caos de la estación, con gente por todos lados, comiendo, durmiendo o simplemente sentada en grupos familiares contrasta con la informatización en la emisión de billetes. Todavía me sigue sorprendiendo que mi nombre y mi número de plaza aparezcan impresas en el papel que pegan en cada vagón con los pasajeros que lo ocupan.
Otra cosa es que una vez llegues a tu sitio, lo encuentres
libre. Normalmente, tengo que enseñar el billete y pedir amablemente que me
cedan mi asiento. La mayor parte de las veces viajo en sleeper class, una clase
económica que te permite ir durmiendo por la noche.
De nuevo esta experiencia vuelve a ser controvertida, por un
lado tienes la oportunidad de convivir con la gente local y por otra valoras de
verdad las comodidades con las que viajas en tu país.
Es una estupenda manera de ver de cerca a familias que
viajan juntas, que te ofrecen la comida que llevan y te miran con curiosidad. Observar
los diferentes rasgos, atuendos y comportamientos de los pasajeros te da una
idea de la diversidad cultural del país.
He tenido momentos preciosos
compartiendo este espacio con personas con las que me comunicaba por gestos,
otros un poco mas incómodos pero nunca peligrosos. De cualquier manera un tren es un lugar en el
que no puedes bajar la guardia, no dejar nunca la mochila sin cadena y candado
y no perder de vista ni un segundo tus cosas.
Prefiero viajar en sleeper class, pero alguna vez he
comprado billetes en tercera y segunda clase, mucho más cómodos y con la oportunidad
de estar en contacto con la clase media india.
El primer trayecto en tren de este viaje ha sido de Delhi a
Jammu, unas diez horas de recorrido que compartí con personajes singulares.
Enfrente una joven pareja y la madre del muchacho, deduje el parentesco por la
forma en la que se relacionaban entre ellos y por que en India, la mujer vive
con los suegros después de la boda. La chica no tendría mas de 20 años, y lucia
una tímida sonrisa ante cualquier gesto hacia su marido. Se dieron un buen
festín de chapati y viandas con un intenso olor a especias y picante.
A mi lado
un señor muy amable con quien pude hablar un poco en inglés y tres hermanos sijs
con un tremendo parecido físico y una tremenda diferencia de peso, el que
parecía mayor pasaba de los 150kg seguro. Esto no es muy común aquí, la mayor
parte de la gente tiene una complexión delgada.
Llegó la hora de dormir y mis compañeros fueron colocándose
en sus literas y curiosamente dos de los hermanos (los de menor volumen) se
“acomodaron” en el suelo. Además de
parecerse en lo físico, compartían también la habilidad de emitir unos sonoros
ronquidos.
Me sigue sorprendiendo como aquí la gente puede dormir en
cualquier sitio y postura. En un momento de la noche me levanté al baño y tuve
que ir buscando huecos donde poner los pies entre brazos y piernas de la gente
que dormía en los pasillos e incluso junto al baño, es algo parecido a jugar al
“enredos”. Cuando visito el toilet en el tren siempre imagino la cara de mi
madre si tuviera que entrar en uno de ellos y siempre me da risa.
Llegamos a Jammu como a las siete y pico de la mañana y allí
tenía la opción de pasar una noche antes de seguir camino a Srinagar o buscar
un jeep compartido y seguir del tirón. Srinagar está en Cachemira, en las
montañas del Norte de India y la única manera de llegar por tierra es por
carretera. El trayecto son unas ocho o nueve horas, ascender por carreteras de
montaña en bus no me apetecía mucho, opté por el todoterreno.
Cuando viajo por Asia, no se por qué, pero tengo la sensación
de que mi intuición funciona mejor y los lugares y las personas me transmiten
mas cosas. Bien, pues Jammu no me dio muy buen rollo y decidí seguir viaje. Por
suerte, nada mas salir de la estación vi una zona de jeeps y buses. Elegí un
vehículo que tenía buena pinta y le pedí al conductor que me reservara un
asiento.
Estuve allí como una hora y media, tuvimos que esperar a que fuera
llegando gente y completar el resto de los seis espacios para pasajeros del
jeep.
Este viaje no he encontrado ni a un occidental, he estado
rodeada de indios y acostumbrando mi oído al inglés de esta gente. Al principio
cuesta, los sonidos de las palabras poco
tienen que ver con el original, así que lo que hago es pillar una o dos palabras
y deducir el resto de la frase, suele funcionar.
El paisaje que me fui encontrando por el camino me iba
descubriendo un lugar realmente hermoso, montañas imponentes y uno de los
paisajes naturales mas bonitos que he visto en India.
Después de unas veinte horas de ruta, llegue a Srinagar
hecha un trapito, ¡pero llegué! Las primeras horas en una ciudad nueva son un
poco desconcertantes, si a esto sumas que los caza clientes se lanzaron sobre
mi como si fuera la última turista sobre la tierra y que encima necesitaba ir
al baño de manera imperiosa, los 10 primeros minutos fueron un tormento.
Lo primero, deshacerme de los dos o tres tipos que iban
alternándose para ofrecerme alojamiento, en esta tierra no saben aceptar un no,
la insistencia llega a límites insospechados. He comprobado que la mejor manera
de rechazar estas ofertas es mirar a los ojos con seguridad y rechazar
firmemente pero con educación, bien, pues aquí tuve que utilizar todos los
recursos bajo la manga: marido esperándome en la ciudad, simular conversación
telefónica con alguien que venía a por mi e incluso hacer un poco la
lagartijilla cruzando la calle y volviendo atrás y adelante.
Tire de Lonely Planet y busqué un rickshaw que me llevara a
un hostal, tras el regateo habitual nos pusimos en marcha. El sitio en cuestión
no tenía habitaciones libres, así que mochila al hombro caminé un ratillo y
chequeé cuatro o cinco sitios.
La sensación de cerrar la puerta de la
habitación y soltar la mochila es impagable.
Y después de la ducha a lo indio (en los sitios mas económicos en vez de
ducha, tienes un grifo y un cubo. Esto es de lo mas útil, gastas menos agua y
ejercitas los músculos de los muslos manteniéndote en cuclillas) empecé a ser
un poquito mas persona.
Mientras daba una vuelta por la zona antes de dormir,
pensaba en un comentario que una vez escuche a Marina, una compañera de yoga,
contaba que cuando salía de viaje se mentalizaba para que el viaje comenzase
desde el momento en que ponía un pie fuera de casa, y así disfrutar también del
trayecto.
A pesar del montón de horas en tren y carretera, de lo
incómodo que puede parecer y de lo cansada que llegue, fue un buen viaje y de
nuevo agradecí poder vivir la experiencia de este país.
Antes de dormir, recordé un cartel al inicio de la ciudad
que daba la bienvenida con un “Welcome to the Paradise on Earth” y me acosté
pensando que me ofrecería este lugar.
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