Cada país y cada ciudad tiene su ritmo, a mi me toca ahora adaptar el mío personal al de Delhi.
Me he pasado muchos años con
una agenda diaria de trabajo digamos que intensa, para no aburrir con detalles.
En India las cosas no funcionan así.
Este es un rickshaw para transporte escolar, no conseguí tirarle una foto lleno de críos, cachis!
En mi primer día de
actividad, con las pilas cargadas y ganas de comerme el mundo, estuve mas de
ocho horas pateando mercados, tiendas, regateando y guardando información en mi
cabeza y en mi cuaderno. A 40 grados, en una ciudad llena de gente, ruidos y
contaminación parece que no es muy buena idea. Tras esta jornada, me fui al café donde me
conecto a Internet y allí estuve otras cuatro horas liada con tablas excell, emails,precios, info de posibles
proveedores.... me dieron las tres de la mañana sin apenas darme cuenta. No ayudó nada, que mi habitación está justo encima de un local que hace las veces de basurero del barrio y del que cada madrugada desalojan con bombo y platillo la porquería que se va almacenando durante el día. Un ároma de lo menos recomendable con insomnio.
Puedo oler hasta en la foto, no queda otra que dormir con la ventana cerrada
Ocurrió lo que tenía que
pasar, al día siguiente me levanté hecha un trapo y lo que es peor, bastante
“torcida” Esto no me suele pasar, así que decidí pisar un poco el freno, fluir con el ritmo de la ciudad y hacer el
indio.
La habitación es un lujo, limpia, nueva y muy barata. La tele adorna, pero no funciona, algo que me da igual.
Me senté a comer conectada a
Internet, pero sin una de esas enormes listas de “to do´s” que coloco delante y
con un límite de un par de horas que fueron de lo más productivas.
Me fui a dar un paseo por la
zona sin pretensión de ganar el premio al ser humano con mayor número de
tiendas vistas por hora y este cambio de actitud, me sirvió para descubrir
artículos interesantes y tener dos sorprendentes encuentros.
Un mercado de verduras cerca de la guest house
Entre en una tienda de
artículos de piel (por cierto, con unos bolsos ideales que me vais a quitar de
las manos), como siempre ocurre, acabas hablando con el vendedor de cosas que
no tienen nada que ver con la venta. Esto me encanta, preguntarle por su ciudad
de origen, su familia y acabar sentados con un chai tea hablando de yoga, comida o cualquier
cosa.
No se por que, el joven
comenzó a contarme que sabía hacer un tipo de masaje y me preguntó si no me
importaba que presionara ciertos puntos en mis manos. Pues allí estaba yo,
sentada en una tienda llena de cosas monísimas frente a un mozo que presionaba
muy concentrado puntos en las palmas de mis manos
Sonreí pensando lo poco que
tardarían en despedir a un dependiente de la calle Fuencarral al que se le
ocurriese hacer lo mismo.
Seguí paseando y paré frente
a una pequeña tienda con unos curiosos collares de colores con un aire muy
tribal. Entré, recorrí el espacio de dentro y acabé sentada en unos cojines
ojeando unos libros del lugar de donde procedían las piezas de la tienda,
Nagaland, una interesante parte de India de la que nunca había oído hablar.
No me va a ser fácil desaprender, pero lo haré. Supongo que sólo se trata de salir a la calle, empaparse por el ritmo y la vida de la India. Podríamos decir que estaría bien dejar atrás costumbres y aprender a hacer el indio, si señor, una india como dios manda. ¡Será por dioses en este sitio!
Te caíste en la marmita, nena...eso no sé si hay India que lo arregle!.
ResponderEliminarVoto por aprender de una vez a hacer el indio... en la India y en todas partes!
ResponderEliminarUn beso, niña, qué gusto leerte otra vez!
Lina.
Marta, de nuevo sigo tu ruta ¡es un placer leerte y ver esas estupendas fotos! tienes un valor y un fuerza admirables ¡te ADMIRO por lo decidida y valiente que eres!
ResponderEliminarGracias por este regalo que nos haces a los que somos más cobardes e indecisos.
Te veré cuando hagas el mercadillo para la Fundación Vicente Ferrer, seguro que el te está impulsando.
¡Un besazo y ADELANTE VALIENTE!
Poniéndome al día con el blog, te lo puedes creer! Pero nunca es tarde y aquí estoy leyéndolo como quien se ve una buena serie del tirón. Vamos una gozada! Y ess que nunca es tarde para una buena aventura, un buen relato o una historia de aprender y desaprender como la tuya
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